Biografía de Saladino

Saladino

Salah al-Din Yusuf, mejor conocido en occidente como Saladino (1138, Tikrit – 1193, Damasco) fue un defensor del Islam y particularmente de la ortodoxia religiosa representada por el sunnismo, unificó política y religiosamente el Oriente Próximo, combatiendo a los cruzados (tambien llamados francos) y acabando con doctrinas alejadas del culto oficial representado por el Califato Abbasí. Es conocido por haber devuelto Jerusalén a los musulmanes, derrotando y expulsando a los cruzados. El impacto de este acontecimiento en Occidente provocó una nueva cruzada (la tercera) en principio lidereada por Federico I del Sacro Imperio Romano Germánico, el famoso rey de Inglaterra Ricardo Corazón de León y el rey de Francia Felipe II Augusto.

Origen de Saladino

Nació en 1138 en Tikrit, (en la provincia actualmente llamada Salah ad Din en su honor, en Irak) donde su padre Ayyub, era gobernador. La familia de Saladino era kurda y como muchos kurdos en aquella época, eran soldados al servicio de los gobernantes sirios y mesopotámicos. Tras caer en desgracia y ser expulsados, se pusieron al servicio de Zengi, señor de Mosul, que había unido bajo su mando la zona norte de Siria e Irak. Zengi fue el primero de los grandes líderes musulmanes que trató de expulsar a los cruzados de las tierras santas, logrando arrebatarles el Condado de Edesa. La familia de Saladino se unió a su ejército, siendo su padre recompensado con el gobierno de Baalbek. En aquella época los cristianos lanzarían la Segunda Cruzada, que fracasaría.

El asesinato de de Zengi en 1146, abrió un periodo de guerra civil en Siria por la sucesión. Saladino y su familia se pondría de parte del heredero designado, el hijo menor de Zengi, Nur al-Din, con quien más tarde rivalizaría. Cuando tras diversas luchas Nur al-Din se impuso en Siria, los parientes de Saladino fueron recompensados: su padre recibió el gobierno de Damasco, y su tío Shirkuh el mando del ejército.

Saladino en Egipto

Mientras tanto Egipto, estaba en un periodo de inestabilidad. En los momentos finales del Califato Fatimí Egipto estaba en crisis, amenazado por los cruzados, que habían ocupado Ascalón y amenazaban la frontera junto con los bizantinos, así como en guerra civil por la vacante del cargo de visir.

Uno de ellos acudió a la corte de Damasco a pedir ayuda a Nur al-Din. Este envió un ejército al mando de Shirkuh (El tío de Saladino), junto con Saladino. Hacia 1169 Shirkuh controlaba el país, actuando en parte como primer ministro del califa fatimita de Egipto en parte como gobernador y representante del Sultán sirio. Ese mismo año moría el general y tío de Saladino, siendo sustituido en el puesto por el propio Saladino.

Saladino reformó la administración de Egipto, aboliendo impuestos y reduciendo el desmesurado funcionariado. Saladino tambien se dedicó a reorganizar el ejército, compuesto hasta entonces por mercenarios del Magreb que fueron sustituidos por tropas kurdas y turcas, e impuso su autoridad sobre el país. La enfermedad de Al-Adid, el último califa fatimí, impidió a éste seguir controlando las mezquitas egipcias, en las cuales se empezó a orar por el califa abbasí. Su muerte en 1171 supuso la reintegración definitiva del culto en Egipto a la corriente sunní, mayoritaria en el islam, durante la ocupación y mando de Saladino. Esto realzó el prestigio de Saladino dentro de la comunidad islámica, que tenía la moral baja por la sangrienta toma de Jerusalén por los cruzados en 1099, donde se realizó tal matanza que en algunos lugares la sangre les llegaba a las rodillas.

Saladino también conquistó la costa libia, el norte de Sudán y Yemen con la excusa de restaurar la ortodoxia religiosa (estos territorios estaban fuera del liderazgo espiritual del Califato Abbasí, siendo para su doctrina herejes). Saladino tomó los puertos y posiciones en manos de los cruzados en el Mar Rojo, asegurando su posición contra los estados cristianos, a quienes planeaba enfrentar y de tener éxito repeler.

Tras la muerte de Al-Adid, Saladin era en teoría un vasallo de Nur al-Din pero en la práctica era gobernador de Egipto: reconocía la autoridad del sultán de Siria, pero gozaba plena independencia en su gobierno de Egipto, debido en parte a la lejanía entre Damasco y El Cairo (las capitales de Egipto y Siria) y en parte a que estaban separadas por estados gobernados por los cruzados europeos.***

Saladino, libre de adversarios, Sultán de Siria y Egipto

A la muerte de Nur al-Din en 1174 correspondía a su hijo as-Salih Ismail al-Malik, tomar el control de las posesiones de su padre. Sin embargo el heredero era un niño, que tardaría años en controlar e imponerse en Siria, lo que concedió a Saladino libertad de movimiento.

En tales condiciones, Saladino ocupó Damasco y con ello Siria del Sur, bajo la excusa de asegurar estas tierras a su legítimo dueño, pues estaban amenazadas por el Reino de Jerusalén. Sin embargo, practicó una política hostil a as-Salih Ismail al-Malik, arrebatándole una a una las plazas del norte, hasta que solo le quedó Alepo. Llegó incluso a asediar, esta ciudad, fracasando. Durante el sitio de Alepo, Saladino sufrió un intento de asesinato por parte de la secta de los asesinos, salvándose por una cota de malla bajo sus ropas.

Con respecto a los cruzados, Saladino mantuvo una actitud agresiva contra los estados cruzados, infringiendo incursiones y asaltos. En 1177, una invasión de Saladino, que atacaba desde el sur, fue desarticulado en la batalla de Montgisard.

En 1779, un ataque a una fortaleza que los cristianos estaban construyendo en la ribera del río Jordán dio a Saladino la primera gran victoria (batalla del vado de Jacob) en su campaña por expulsar a los francos de ultramar. Una vez muerto, el heredero de Nur al-Din, as-Salih Ismail al-Malik, sin descendencia en 1181, Saladino fue nombrado oficialmente sultán de Siria y Egipto

Luego de que Saladino se afianzó como sultán de Siria, maniobró contra los príncipes de la dinastía Zengida que gobernaban en Mesopotamia (el norte del actual Irak). Estos eran descendientes de Zengi, y sobrinos de Nur al-Din cuyo imperio había abarcado algunas provincias fronterizas en la región.

Saladino logró recuperar las tierras fronterizas, y expandió sus dominios más allá aún. Es de destacar la anexión de Edesa. Tras varias campañas en Mesopotamia Saladino consiguió la sumisión del príncipe de Mosul en 1186, cuya ciudad había llegado a sitiar sin éxito en 1182, que se convirtió en su vasallo, comprometiendose a colaborar en su yihad (Lucha, en este caso “defensa de la fé”).

No fue el único estado que Saladino consiguió adherir a su causa. Saladino llevó sus fronteras al Kurdistán y a Armenia, tratando (con cierto éxito) de someter los pequeños principados de la región.

Saladino es llevado a la guerra

Fue Reinaldo de Châtillon, el que provocó la pérdida de Jersusalén a manos de Saladino, al atacar un gran caravana en la que viajaba la misma hermana de Saladino. Reinaldo era un noble que era señor de tierras en la frontera, y era famoso por el bandidaje y el saqueo (Había ya violado treguas anteriormente para atacar caravanas, capturado peregrinos en dirección a La Meca, tratado de profanar los lugares santos musulmanes y saqueado la cristiana Chipre).

Ante las previsibles represalias del entonces principal líder de los musulmanes, Saladino, el rey de Jerusalén Guido de Lusignan realizó levas reuniendo a todas las fuerzas del reino, con las que se dirigió contra Saladino. El enfrentamiento final se produjo en 1187, junto a unas colinas llamadas los cuernos de Hattin. Los ataques de la caballería ligera y los arqueros sarracenos, al mando de Saladino, aniquilaron al ejército cruzado, que había llegado atravesando el desierto.

La batalla de los cuernos de Hattin

Mientras los cruzados estaban en marcha los tambores musulmanes, en el ejército de Saladíno, empezaron a batir sin cesar y arqueros a caballo empezaron a hostigar, lo cual se mantuvo hasta que llegaron a Hattin, una llanura donde al ver la llegada del ejército cruzado se empezaron a encender montones de leña, preparados en la llanura por Saladíno. Todo esto provocó el desconcierto de los cruzados, la sorpresa. En este desconcierto el rey Guido de Lusignan ordenó cargar contra el enemigo. La primera línea de caballería bajo el mando de Raimundo de Trípoli cargó, pero cuando estaban a punto de chocar contra el enemigo éste abrió filas, dejándolos pasar, según las órdenes de Saladino. Raimundo, totalmente desconcertado y sorprendido, no pudo frenar a su caballería y ésta se metió en un desfiladero donde quedó aislada del cuerpo del ejército principal, donde fue aniquilada.

Las pocas tropas cruzadas que quedaban se rindieron. Saladino los respeto, excepto a los mercenarios turcos, que fueron degollados, junto a los caballeros templarios y de San Juan que rehusaron convertirse al Islam ( cerca de 230 ). El único que sobrevivió a la carnicería fue Balian d’Ibelin, que al mandar la retaguardia pudo reaccionar a tiempo.

Se cuenta la anécdota de como Saladino ofreció una copa de nieve al rey de Jerusalén, sediento por la travesía en el desierto. La única excepción fue Reinaldo que fue ejecutado por el mismo Saladino, según cuentan, cuando trató de coger la copa que había dado a Guido de Lusignan como muestra de hospitalidad. Los caballeros templarios y hospitalarios capturados solo tuvieron dos opciones: convertirse o ser ejecutados, muriendo todos a la mañana siguiente.

Saladíno conquista el reino de Jerusalén

Tras su victoria en Hattin, Saladino ocupó el norte del Reino de Jerusalén, conquistando Galilea y Samaria sin demasiada dificultad (recuerdese que casi todas las fuerzas militares cristianas habían sido eliminadas o capturadas en Hattin).

Posteriormente, se dirigió a la costa tomando uno tras otro los puertos con la única excepción de Tiro (Que a lo largo de la historia, siempre ha sido especialmente difícil de tomar, incluso para Alejandro Magno) comandada por el Marqués Conrado de Montferrato. Saladino dejó frente a Tiro a un ejército, y marchó hacia el sur, con el objetivo de conquistar Ascalón, plaza vital para la defensa de Egipto.

Saladino liberó al gran maestre del Temple, Gerard de Ridefort, a cambio de la fortaleza templaria de Gaza y al rey Guido de Lusignan a cambio de Ascalón, que, sin embargo, se negó a rendirse. A pesar de todo, fue tomada poco después por Saldino.

Saladino sitio a Jerusalén. En aquel momento, Balián de Ibelín, miembro de una de las principales familias nobles, pidió a Saladino, poder ir de Tiro, donde estaba luchando, a Jerusalén, para sacar de ahí a su mujer e hijos a cambio de no colaborar en la defensa. Sin embargo, fue reconocido, y se le pidió que comandara la resistencia de la ciudad por lo que mandó a Saladino un mensaje pidiéndole que le eximiera de cumplir su palabra de no luchar contra él, a lo que Saladino accedió.

Inicialmente se rechazó toda propuesta de Saladino de capitulación, pues ningún cristiano quería ceder la ciudad, que consideraban, al igual que los musulmanes, santa. Entonces Saladino se decidió, pues, a tomar la ciudad por la fuerza. En octubre de 1187 la situación de los defensores era ya desesperada, y Balián trató de negociar la rendición. Saladino se negó pues había jurado tomar la ciudad por la fuerza al rechazarse sus ofrecimientos iniciales, no tenía razón para ceder en nada (se cuenta que mientras Balián explicaba sus condiciones de repente un estandarte sarraceno se izó en un baluarte, muestra de que las tropas de Saladino ya habían entrado). Sin embargo, cuando Balián amenazó destruir completamente la ciudad antes que entregarla sin condiciones, Saladino consultó con sus emires y decidió perdonar la vida a los habitantes a cambio de la rendición de la ciudad, aunque sus emires exigieron que pagaran un impuesto por cabeza.

Una vez en posesión de la ciudad Saladino entregó los lugares sagrados cristianos a sacerdotes ortodoxos. Aunque convirtió las iglesias en mezquitas, Saladino tomó medidas para evitar que sus soldados exaltaran los ánimos cristianos. Balian pagó la compra de casi diez mil pobres y muchos que no pudieron pagar el impuesto para salir de Jerusalén aun tuvieron una relativa suerte: el hermano de Saladino, Saif ed-Din (Al-Adil), pagó por una buena cantidad de ellos, como tributo a Alá por la victoria. No fue el único, siendo seguido por varios miembros de la corte. El mismo Saladino, en una acto de generosidad, perdonó a todos los ancianos de la ciudad.

Finalmente Saladino pudo entrar en la mezquita de la roca, el tercer lugar sagrado para los musulmanes después de La Meca y Medina.

La Tercera Cruzada

Al enterarse de estas trágicas noticias, el Papa Urbano III llamó a Europa a las armas para recuperar el Santo Sepulcro, en manos ahora de Saladino. La respuesta no se hizo esperar, destacando los reyes Federico I del Sacro Imperio Romano Germánico, el rey francés Felipe II Augusto, el duque Leopoldo de Austria y el monarca inglés Ricardo I “Corazón de León”. El emperador Federico I inició su viaje por tierra, mientras que Ricardo y Felipe los iniciaron por mar con el objetivo de ayudar a Guido de Lusignan, que estaba siendo asediado por Saladino. Afortunadamente para Saladino, Federico I murió ahogado en un río de Anatolia, y su ejército se disgregó y regresó a su país. Sin embargo, los ejércitos de Felipe y Ricardo I Corazón de León llegaron a su destino, provocando la retirada de Saladino.

Nuevamente la fortuna le sonreía a Saladino, pues los cruzados pronto discutirían entre sí. El rey de Francia abandonó la cruzada después de que el orgulloso Ricardo se quedara con el mejor palacio y no lo tratara como igual, y el duque de Austria tras ver ofendido su estandarte por Ricardo, que lo arrojó de un baluarte, además del reconocimiento de Ricardo por la mayor parte del ejército como líder Supremo.

A partir de ese momento Ricardo, comenzó a conquistar todas las plazas fuertes hasta que pudo dirigirse hacia Jaffa a través de la costa. Al poco la caballería de Saladino empezó a hostigar su avance, siendo repelida sin muchas bajas por parte de los cruzados. Este acoso continuó durante días hasta que los cruzados consiguieron llegar hasta Jaffa donde se instaló un campamento a través del que recibían las provisiones de la flota que avanzaba por la costa. El 7 de septiembre de 1191 el campamento fue levantado y se cruzó el río Racheteille al amanecer, encontrándose con el ejército de Saladino que bloqueaba su avance. Saladino dirigió su ejército hacia el flanco izquierdo del ejército cruzado, provocando que Ricardo organizará su ejército en 5 divisiones. Pese a esta organización, la caballería apoyada por lanceros y arqueros continuó atacando, pero Ricardo aguantó sabiendo que las monturas se cansarían. Hacía la media tarde, los caballeros hospitalarios y franceses se lanzaron contra el ala derecha de Saladino, donde estaba formada la caballería. Ante el éxito de ese ataque, Ricardo decidió enviar a los templarios, bretones y angevinos a una segunda carga sobre el flanco izquierdo. Saladino viendo que su ejército era sorprendido por el contraataque cruzado se vio obligado a enviar a su guardia personal, los cruzados consiguieron aguantar el empuje y continuaron atacando, provocando la derrota de buena parte de las tropas de Saladino, mientras el resto se dispersó por las colinas de Arsuf. Saladino tuvo cerca de 7.000 bajas.

Esta victoria permitió a Ricardo alcanzar Jaffa en tres días e iniciar la marcha sobre Jerusalén, llegando hasta 20 km. de la ciudad. Sin embargo, Ricardo ordenó la retirada hacía Ascalón debido a las fuertes defensas de la ciudad, la proximidad del ejército de Saladino en la retaguardia y al mal tiempo que había.

Por fin, cuando el rey de Inglaterra oyó noticias de la situación de su país, no tuvo más remedio que aceptar la paz, que, aunque no les devolvía Jerusalén, les aseguraba la costa entre Tiro y Jaffa.

Los cruzados no volvieron a conquistar Jerusalén, pero gracias al armisticio de cinco años que firmaron Saladino y Ricardo, los cruzados tuvieron libre peregrinaje por Jerusalén, aparte de poder reconstruir el reino paleocristiano de la franja palestino-siria, aunque este reino sería más reducido que el primero y mucho más débil a nivel militar y políticamente que el primero, sin embargo, conseguiría aguantar un siglo más.

Saladino murió en 1193 en Damasco y fue enterrado en un mausoleo en el exterior de la Mezquita Omeya de Damasco. El emperador alemán Guillermo II donó un sarcófago en mármol, en la que sin embargo no descansa su cuerpo. En su tumba se exhiben la original, de madera, en la que está el cuerpo y la de mámol vacía.

Le sucedió su hijo Al-Afdal en el trono de Siria, dando comienzo así la dinastía ayubí.

Fuente.