Napoleón Bonaparte nace el 15 de Agosto de 1769 en Ajaccio, capital de la isla de Córcega, en ese entonces recientemente anexada a Francia. Napoleón es claramente un ejemplo de los personajes excepcionales que han venido al mundo a crear grandes reformas y cambiar el curso de la historia para siempre y cuya ambición los empuja siempre a controlar más y más.
Georges Lefèbvre, quizá su mejor biógrafo, ha sabido resumir perfectamente en pocas líneas su personalidad: “Pequeño y bajo, bastante musculoso, rojizo y todavía seco a los treinta años, el cuerpo endurecido y siempre listo. La sensibilidad y la resistencia de los nervios son admirables, los reflejos de una prontitud asombrosa, la capacidad de trabajo ilimitada; el sueño viene cuando se le ordena. Y ahora al reverso: el frío húmedo provoca la opresión, la tos, la disuria; la contrariedad despierta gran cólera; el exceso de trabajo, a pesar de los baños calientes y prolongados, de una extrema sobriedad, de un uso moderado pero constante de café y de tabaco, engendra a veces breves desfallecimientos que llegan, incluso, al llanto. El cerebro es uno de los más perfectos que han existido: la atención siempre despierta, remueve infatigablemente los hechos y las ideas; la memoria los registra y los clasifica; la imaginación juega libremente y, por una tensión permanente y secreta, inventa sin fatigarse, los asuntos políticos y estratégicos que se manifiestan en iluminaciones repentinas, comparables a las del matemático y del poeta, con preferencia durante la noche, en un repentino despertar, lo que él mismo llama la llamada moral, la presencia del espíritu de después de media noche. Este ardor espiritual ilumina, por medio de los ojos fulgurantes el rostro aún sulfurado, a su recuerdo del Corso de los cabellos lisos… El se hacía justicia: yo soy incluso un buen hombre; y es verdad; se mostró generoso e incluso amable para aquellos que trataba de cerca… Organización física y cerebral que ocultan ese irresistible impulso hacia la acción y la dominación que se llama su ambición. Él lo ha visto claro en sí mismo: ‘Se dice que soy ambicioso, se equivocan; no lo soy, o al menos mi ambición está tan íntimamente unida a mi ser que no puede separársele’ “.
Infancia
Fue hijo de Charles (Carlos María) Bonaparte, quien en un principio tenía como apellido Buonaparte, hasta que para afrancesarlo quedó Bonaparte, procedía de una familia toscana asentada en Córcega a comienzos del siglo XVI y que ya, a mediados del siglo XVIII, había conseguido una destacada situación como propietario agrícola y comerciante. Su posición social llevó al padre de Napoleón a buscar el ennoblecimiento. Su madre, Maria Leticia Ramolino, fue quien se encargó de formar en su segundo hijo, Napoleón, el caracter, la fortaleza y la gran autestima que sirvieron para que en un futuro pudiera desenvolverse de la forma en la que lo hizo, se había casado con Charles cuando sólo contaba catorce años y le dio ocho hijos: José (1768), Napoleón, Lucien (1775), Elisa (1777), Luis (1778), Paulina (1780), Carolina (1782) y Jerónimo (1784). Napoleón vivió durante sus primeros años en un ambiente familiar de carácter patriarcal en el que hermanos, abuelos, tíos, primos, y una cohorte de sirvientes y criados le dieron un claro ejemplo de la jerarquía y de la autoridad.
La familia Bonaparte, encabezada por su padre Charles, había tomado una parte importante en los movimientos de resistencia cuando la isla fue anexada a Francia. Sin embargo, haciendo gala de su habilidad para adaptarse a los cambios, Charles hizo un hábil movimiento de aproximación a los franceses, viendo que la situación de resistencia no pintaba muy bien después de la derrota de los Corsos en Ponte Nuovo (1769), y al ser una persona respetable y al haber realizado ese gesto le brindó la confianza del gobernador Francés. Una vez conseguida esta influencia, se ocupó de asegurar una educación prestigiosa a sus hijos. Consecuencia de esto fue que pudo conseguir una beca para Napoleón en la Real Academia Naval de Brienne, no sin antes ingresar en el colegio de Autun en enero de 1779. En su infancia, no se caracterizó por tener muchos amigos sino que más bien era introvertido, esto debido a que era seguido tomado en broma por sus camaradas por su acento muy pronunciado pero también por sus orígenes de pequeña nobleza. Demuestra un interés particular por la Historia, las Matemáticas y la geografía, una actitud un poco violenta y brusca con sus compañeros y un pésimo aprovechamiento en letras, cosa por la que nunca pudo escribir bien ni el francés ni el Italiano, ya no se diga el Alemán donde fue dispensado debido a que no era nada apto para la materia, talvez porque su intensa vida no le dejó tiempo para mejorar en estas áreas, ya que a la edad de 16 años ya era teniente en Enero de 1786, después de haber cursado en la Escuela militar del campo de Marte, en París. Su profesor de historia escribió de él lo siguiente: “Irá lejos si las circunstancias le favorecen”. Cuando salió de la Escuela Militar -en el puesto 42 de los 58 de su promoción, aunque cabe aclarar que terminó los estudios en 1 año mientras que a los demás estudiantes les llevó 3- fue destinado al regimiento de La Fère-Artillerie con el grado de segundo teniente. A partir de entonces comenzó un peregrinaje de ciudad en ciudad para cubrir diversos destinos -Valence, Lyon, Douai, Auxonne- en los que llevó una vida monótona y rutinaria en los respectivos cuarteles donde se limitaba a repetir ejercicios militares.
Es importante el resaltar el caracter bastante maduro desde su infancia demostrando que poseía una ambición sin par desde pequeño. He aquí una carta que le escribe a su padre estando en la Escuela militar de Brienne. El 6 de abril de 1783, traza estas líneas en una carta destinada a su padre:
Brienne, a 6 de abril de 1783.
-¡Padre mío, si vos, o mis protectores no me dais medios de sostenerme más honorablemente, llamadme cerca de vos, estoy cansado de exhibirme en la indigencia y de ver sonreír por ello a alumnos insolentes, quienes no tienen más que su fortuna sobre mí, ya que no hay uno que no esté a cien picas por debajo de los nobles sentimientos que me animan!
“¡Eh! ¡Qué, Señor, vuestro hijo sería continuamente el peto de algunos nobles patanes, quienes, orgullosos de los placeres que se dan, insultan sonriendo las privaciones que padezco! No, mi padre, no, si la fortuna se rehúsa absolutamente a la mejoría de mi suerte, arrancadme de Brienne: Dadme, si hace falta, un estado mecánico; que yo vea iguales alrededor de mí, sabré pronto ser su superior; por estos ofrecimientos juzgad de mi desesperación; mas, lo repito, prefiero ser el primero de una fábrica que el artista desdeñado de una academia.
Esta carta, creedlo, no está dictada por el vano deseo de librarme a diversiones dispendiosas, en nada estoy prendado de ellos. Siento solamente la necesidad de mostrar los medios que tengo de procurármelos como mis camaradas.
Otro rasgo de Napoleón era el odio que en su adolescencia sentía por Francia y los franceses, que habían pisoteado y traicionado a su patria, lo cual no es óbice para que más adelante, cuando en 1796 el duque de Módena concertó un armisticio con Napoleón, a fin de conseguir los mejores términos del tratado, le dijo: “Acuérdate de que eres de los nuestros” a lo que el corso respondió tajantemente “Yo no soy italiano sino francés”.
Napoleón Bonaparte, teniente segundo de artillería con una brillante carrera por venir
A partir de entonces comenzó un peregrinaje de ciudad en ciudad para cubrir diversos destinos -Valence, Lyon, Douai, Auxonne- en los que llevó una vida monótona y rutinaria en los respectivos cuarteles donde se limitaba a repetir ejercicios militares. Sin embargo, parece ser que estos años fueron decisivos para la formación de su personalidad a causa, sobre todo, de la intensa dedicación a la lectura en sus muchos ratos de ocio en las guarniciones, la cual era la única actividad que se podía permitir para no perder el tiempo del que llegó a decir que “Toda hora perdida en la juventud es una probabilidad de desgracia en el porvenir.” Un poco desordenadamente, leía obras de Rousseau, Mably, Voltaire, Mirabeau, Necker, hasta los libros referentes a las tácticas militares y especialmente a la artillería, sin olvidar su afán histórico leyendo sobre Alejandro Magno, Julio César y Federico II, además del pensamiento filosófico político de Maquiavelo y Montesquieu, continuó también su estudio de las matemáticas, todas esas lecturas contribuyeron a enriquecer sus conocimientos. Las notas al margen con las que frecuentemente comentaba algunos de los pasajes de lo que estaba leyendo, revelan una atención especial hacia los sentimientos que inclinaban a los hombres a la búsqueda de la felicidad, del amor, o de la crueldad, así como hacia las instituciones o hacia las prerrogativas de la monarquía y de la nobleza. Para su biógrafo Calvet, Napoleón Bonaparte entró en contacto, entre los dieciséis y los veinte años, con los hombres del pasado y del presente, de los que le separaban las dificultades de la vida, a través de la lectura.
Después de la muerte del padre de Napoleón, la familia Bonaparte atravesó por graves dificultades económicas. Sus hermanos tuvieron que afrontar numerosos problemas para salir adelante en sus estudios, aunque al final, José pudo terminar su carrera de abogado, Luisa pudo ingresar en la Escuela de Saint-Cyr, Lucien en la Escuela Militar de Brienne y Luis en un colegio francés.
Juventud revolucionaria
Napoleón fue partícipe de una época llena de cambios revolucionarios que plantaron el escenario adecuado para que forjara el temple y engrandeciera su caracter. Todo marchaba bien para Napoleón hasta entonces, hasta que acaeció la muerte de su padre lo cual trajo serias dificultades económicas para su familia. Napoleón sirvió en la guarnición de Valence y de Auxonne hasta el estallido de la Revolución Francesa Es entonces cuando pide un permiso para trasladarse a córcega y apoyar a su familia, bien pudiendo quedarse en la guarnición en la que se encontraba decide velar por la familia.
En 1788, regresa con su guarnición a Auxonne. El 19 de julio del año siguiente asiste a un motín en esta misma ciudad. La revolución en marcha habiéndolo “singularmente alarmado”, solicita un nuevo permiso el 9 de agosto, que le es acordado, y retorna a su isla natal donde preconiza la integración de Córcega a la “nueva Francia” abiertamente.
Durante su estancia en córcega Napoleón comenzó a frecuentar a la facción jacobina a quienes no les esconde su deseo de ver proclamada la república, ahí obtiene el rango de comandante segundo de la Guardia Nacional de Voluntarios de la isla y su hermano José consigue un escaño en el Consejo General. En julio de 1790, conoce a Pascal Paoli, jefe independentista que figura como héroe nacional de Córcega a quien Napoléon admira, que ha regresado hace poco del exilio. Su entrevista es un fracaso. El primero de junio de 1791, es asignado al 4to Regimiento de Artillería en Valence y obtiene el grado de teniente. Frecuentando a los jacobinos de la ciudad, no esconde su deseo de ver proclamada la república. Obtiene un nuevo permiso en ocasión de las elecciones de la Asamblea legislativa que se llevan a cabo en Corté en Septiembre. Lo hallamos en París en mayo de 1792 en donde asiste a las insurrecciones del 20 de Junio y del 10 de Agosto (asalto de las Tullerías). Elevado al grado de capitán en julio, vuelve a partir hacia Córcega en Octubre alarmado por los explosivos movimientos revolucionarios que conoció durante una estancia en París y el escenario independentista en Córcega. En febrero de 1793, se presenta a la cabeza de los voluntarios Corsos y participa en un ataque que fracasa contra Cerdeña. En marzo, rompe definitivamente sus relaciones con Pascal (Pasquale) Paoli debido a que este rompe con la convención republicana y Napoleón se declara luchador de la facción afrancesada. Napoleón era partidario declarado de la República y fue por esto que fue obligado a huir de Córcega. Tras una breve estancia en el continente, desembarca en Ajaccio con la armada republicana con el fin de acabar con la revuelta de los partisanos de Paoli. La desconfianza hacia los paolistas en la familia Bonaparte se fue trocando en furiosa animadversión. Napoleón se alzó mediante intrigas con la jefatura de la milicia y quiso ametrallar a sus adversarios en las calles de Ajaccio. Pero fracasó y tuvo que huir con los suyos, para escapar al incendio de su casa y a una muerte casi segura a manos de sus enfurecidos compatriotas. Posteriormente se instala en Marsella.
Instalado con su familia en Marsella, malvivió entre grandes penurias económicas que a veces les situaron al borde de la miseria; el horizonte de las disponibilidades familiares solía terminar en las casas de empeños, pero los Bonaparte no carecían de coraje ni recursos. María Leticia, la madre, se convirtió en amante de un comerciante acomodado Clary, el hermano José se casó con una hija de éste, Marie Julie, si bien el noviazgo de Napoleón con otra hija, Désirée, no prosperó pues acabó casándose con Bernadotte, llegando a ser reina de Suecia. Con todo, las estrecheces sólo empezaron a remitir cuando un hermano de Robespierre, Agustín, le deparó su protección.
El asedio y la toma de tolón por Napoleón Bonaparte
Luego de sus aventuras revolucionarias para salvar la familia y luchar contra el movimiento independentista Corso, consiguió reincorporarse a filas con el grado de capitán, y al enterarse que la ciudad de Tolón se ha entregado a los ingleses es nombrado jefe de Artillería. Los ingleses han apoyado un movimiento contrarrevolucionario y esta es una oportunidad para Napoleón de demostrar su talento estratégico. Propone un plan de asalto muy efectivo bajo las órdenes del benévolo general Dugommier que demuestra todas sus calidades de táctico y recoge sus frutos el 19 de diciembre al arrebatar la ciudad a los ingleses, los planes fueron suyos, la ejecución también y el éxito infalible. Un verdadero jefe de guerra acababa de nacer. Los ingleses son expulsados con éxito del puerto y Tolón es reconquistada. Debido a esta acción, Napoleón es ascendido a general de Brigada a la edad de 24 años.
Le nombraron jefe de artillería del ejército encargado de la reconquista de Tolón, una base naval con el apoyo de Gran Bretaña (que junto a Prusia, Austria, Holanda y España, tras la declaración de guerra francesa a ésta última, habían constituido la Primera Coalición contra Francia en 1793). Expulsó del puerto a las naves británicas y reconquistó finalmente esta posición. Propuso la toma del fuerte de L`Eguillette y en una audaz maniobra consiguió poner bajo el tiro de su artillería a los navíos británicos y a los españoles, que tuvieron que abandonar aquellas aguas. Gracias a esta acción, le ascendieron al grado de general de brigada a la edad de 24 años. En 1795 salvó al gobierno revolucionario restableciendo el orden tras una insurrección realista desatada en París. En París, frecuentó los círculos de la alta sociedad y en casa del Director Barras conoció a la joven Josefina de Beauharnais, viuda del general vizconde de Beauharnais, que había sido diputado de la nobleza en los Estados Generales y presidente de la Constituyente antes de ser guillotinado en 1794.y madre de dos hijos, quien era una de las figuras más influyentes de los Salones del París revolucionario. Napoleón quedó pronto seducido por la atractiva vizcondesa, aunque como muy bien señala Georges Lefèbvre, el general debió ver también en ella la influencia que podía adquirir con su relación. El 9 de marzo de 1796 contrajo con ella matrimonio civil y dos días más tarde salía para unirse al ejército de Italia como comandante en jefe. Con esta notable posición social de la que se hacía merecedor, al ser esposo de Josefina, Napoleón asciende a un lugar más encumbrado dentro de la alta sociedad y esto aparejado con su creciente fama de buen militar le aseguran más oportunidades por venir.
Posteriormente, el régimen del Directorio (1795-99) le empleó en la represión de los múltiples intentos de derrocarle, procedentes tanto de los realistas como de la izquierda.
Las campañas de Italia en contra de la primera cualición formada por Austria, Prusia, Gran Bretaña, España, las provincias Unidas (actuales Países Bajos) y el reino de Cerdeña, dieron fama a Napoleón en Francia y en toda Europa cuando aún no había cumplido los treinta años.
Napoleón Bonaparte es considerado uno de los más importantes estrategas de la historia, su capacidad de mando, su creatividad al igual que su adaptación a las nuevas circunstancias fueron características clave para su éxito.
Su prestigio culminó con el mando de la campaña de Italia (1796) la cual le dieron fama en Francia y en toda Europa cuando no había cumplido los treinta años. Tal campaña había sido concebida como una mera maniobra de distracción en la guerra contra Austria, sin embargo fue llevada con tal éxito por el joven general que le hizo dueño de todo el norte de Italia y llegó a amenazar Viena, obligando a los austriacos a la rendición y desbaratando la coalición de príncipes italianos que se había agrupado en torno a Austria contra la Francia revolucionaria. Venció sucesivamente a cuatro generales austriacos cuyas tropas eran superiores en número y obligó a Austria y sus aliados a firmar la paz. Batallas victoriosas como las de Mondovi, Lodi, Arcole, Rivoli y Bassano acabaron llevando a la Paz de Campoformio (1797), que otorgó a Francia la orilla izquierda del Rin y un Estado satélite en el norte de Italia (la República Cisalpina, una de las cuáles Napoleón se caracterizaría por rodear a Francia, imponiendo reyes a su antojo). El Tratado de Campoformio estipulaba que Francia podía conservar los territorios conquistados, en los que Bonaparte fundó, en 1797, la República Cisalpina (Venecia), la República Ligur (Génova) y la República Transalpina (Lombardia).
Estrategias militares de Napoleón Bonaparte
Napoleón fue recibido en Francia como el salvador de la República (tanto más cuanto que el botín enviado desde Italia contribuyó a sanear las agotadas arcas de la Hacienda francesa).
Su mayor logro consistió en reorganizar y disciplinar a un ejército mal dotado, dándole la coherencia y la rapidez de acción y respuesta necesarias para llevar siempre la iniciativa y saber cómo y cuándo tenía que actuar en el campo de batalla adaptándose a las nuevas situaciones que sucedieran. El calificativo que tan frecuentemente se le ha aplicado de genio de la guerra no constituye ninguna exageración si se tiene en cuenta la facilidad con la que venció a sus enemigos en catorce batallas consecutivas. Sus victorias en Lodi, Arcola y Rivoli han quedado como ejemplos en los textos que enseñan el arte de la guerra, por la inteligente concepción en el despliegue de las tropas y por la audacia en la ejecución de los movimientos. En efecto, Napoleón revolucionó la forma de hacer la guerra y modernizó la organización del ejército. Durante el Antiguo Régimen se había desarrollado un ejército articulado que se desplazaba en fila y que era incapaz de abarcar un terreno extenso y por consiguiente de obligar al enemigo a aceptar batalla o de maniobrar si la operación era defensiva.
Con la Revolución, aumentaron los efectivos del ejército y comenzó la guerra de masas. Los generales se vieron obligados a partir sus contingentes en divisiones para hacerlos más manejables. Durante el Directorio se creó una unidad llamada “cuerpo de ejército”, formado por una cantidad que oscilaba entre los 14.000 y los 40.000 soldados, que a su vez estaba integrada por varias divisiones. Napoleón, en la campaña de Marengo diseñó un cuerpo de ejército, compuesto por dos o tres divisiones, con una caballería escasa y constituida en su mayoría por cuerpos independientes, y una reserva de artillería bajo el mando directo del jefe supremo. Pero fue en la maniobra de este ejército donde Napoleón mostró su verdadero genio militar. Desplegaba a sus soldados de tal manera que el enemigo no pudiera desenvolverse fácilmente, pero al mismo tiempo los ponía tan cerca unos de otros, que resultaba fácil reagruparlos en el momento de la batalla. Por otra parte, orientaba a los distintos cuerpos hacia un punto situado detrás del frente enemigo, de forma que al avanzar hacia él envolvían al ejército que tenía delante. De todas formas, la estrategia napoleónica no era excesivamente rígida, pues aunque tenía sus principios, dejaba un porcentaje alto a la imaginación y a la improvisación e iniciativa de acuerdo con las el escenario donde había de desarrollarse la acción. La sorpresa era una de las bazas que le gustaba jugar y para ello tenía que desplegar sus movimientos en secreto. En el campo de batalla prefería desgastar al enemigo mediante el ataque a sus flancos o a su retaguardia y con el menor desgaste posible por su parte. Con la artillería contribuía a rebajarla moral del enemigo, y cuando creía que estaba a punto de caer era cuando lanzaba sus tropas frescas para que terminasen con él.
Había una limitación importante, y ésta venía determinada por los recursos económicos disponibles para sostener las campañas. Mientras que el teatro de operaciones se desarrolló en Italia, donde las distancias eran cortas y el abastecimiento no planteaba grandes problemas, pues además la fertilidad del suelo permitía al ejército rehacerse sin graves dificultades, Napoleón pudo acrecentar su prestigio. Los problemas comenzaron cuando las distancias se hicieron mayores en Alemania, en Polonia y, sobre todo, en Rusia. Las marchas se convirtieron en algo agotador y el abastecimiento se hizo cada vez más inviable. La necesidad de distribuir a las tropas por esos inmensos territorios, dispersó al ejército que, además, se vio castigado duramente por la rigurosidad del clima. “La estrategia napoleónica -afirma Lefèbvre- no onsiguió armonizarse perfectamente con las condiciones geográficas que su origen, totalmente mediterráneo, no le permitían prever”.
Napoleón Bonaparte y su campaña en Egipto
La popularidad de Napoleón resulta un tanto contraproducente en estas circunstancias puesto que le acarrea el temor del directorio quienes en la tarea de deshacerse del último enemigo que le quedaba a Francia -Gran Bretaña- desisten del proyecto de desembarcar directamente en la isla, y conciben la idea de cortar las comunicaciones británicas con sus colonias en Asia mediante la ocupación de Egipto, y ponen al mando de la operación a Bonaparte en abril de 1798. Dicha operación se revelará como un fracaso militar de lo más punzante a pesar de algunos éxitos, hay que reconocer también que el directorio buscaba una manera de deshacerse de Napoleón por lo cual la campaña de Egipto en primer lugar no parecía una muy buena idea. Antes de la batalla de las pirámides contra los mamelucos, el 21 de julio, declara a sus soldados: “De lo alto de estas pirámides cuarenta siglos os contemplan” llevándose la victoria. Pero el primero de agosto siguiente, la flota francesa es destruida por los ingleses del almirante Nelson en Abukir, aislándolo de Francia. Esta ocupación de Egipto trae una declaración de guerra de Turquía en septiembre. En el año 1799 ve realizarse la conquista de Siria con la toma de El-Alrich (20 de febrero) y de Jaffa (el 11 de marzo). En cambio ante San Juan de Acre (marzo-mayo) es el fracaso. Tras la victoria del Monte-Thabor (el 16 de abril) las tropas francesas salen de Siria.
El 22 de agosto, Napoleón Bonaparte confía el mando de la expedición al general Kleber y decide regresar a Francia, inquieto por la situación política de su país y desembarca el 9 de octubre en San Rafael. Al llegar a Francia, a pesar de su derrota, es recibido con todos los honores y con un entusiasmo delirante.
Aunque ambas campañas (Italia y Egipto) se produjeron durante el régimen del Directorio, antes de la asunción del poder por Bonaparte, suelen ser consideradas como la primera fase de las Guerras Napoleónicas. Fue en ellas donde el líder francés desplegó por primera vez a gran escala su talento como jefe militar.
Napoleón Bonaparte, primer cónsul de Francia
En París, los miembros del Directorio se encuentran cada vez más aislados y temen ser echados. El retorno de Bonaparte, primero condenado, es utilizado por Sieyès (director) quien ve en él “la cabeza y la espada” que van a permitir el derrocamiento del Directorio. El directorio tenía razón en temer a Napoleón, se encontraba a punto acabar con su poder. El objetivo: Hacer adoptar una nueva constitución. Bonaparte siente entonces todos los beneficios que puede sacar de tal operación, es su oportunidad para alcanzar uno de los más grandes poderes de Europa. Desde hace tiempo ya, sueña con jugar un papel importante en la escena política. La ocasión le es dada y la toma. El 9-10 de noviembre de 1799 ( 18 y el 19 Brumario del año 8, según el calendario revolucionario) , gana la partida sin hacer que se derrame la más mínima gota de sangre, fuera de la suya propia tal vez. Ni el más mínimo balazo, ciertamente, pero sí un memorable tumulto que, sin la ayuda de su hermano Luciano, entonces presidente del Consejo de los Quinientos, hubiese podido poner un alto definitivo a sus ambiciones políticas. Se le nombra Cónsul provisorio. Desde el mes siguiente, hace que se adopte una nueva constitución llamada del año VIII. Se convierte entonces en el Primer Cónsul (facultándole para ejercer el poder durante 10 años) , Cambacérès y Lebrun son respectivamente segundo y tercer cónsules. El Consulado ha nacido.
Al disponer de los amplios poderes que le confiere esta nueva constitución, (la cual él se ha formado), emprende importantes cambios administrativos (muchos de los cuales, a través de la creación de instituciones aún permanecen en la actualidad) con miras a entregarse a la reorganización del país (1800: creación del cuerpo prefectoral, Banca de Francia, 1801: Concordato, 1802: Legión de Honor, 1803: Franco germinal, 1804: Código civil). En política exterior desde 1800, emprende su segunda campaña de Italia con el fin de borrar los reveses sufridos por las armas francesas mientras se encontraba en Egipto y enfrentarse a la segunda coalición. La victoria que obtiene en Marengo el 14 de junio contra los austriacos es el preludio a la ‘paz Luneville’, que es firmada el 9 de febrero de 1801 además de otra victoria contra Gran Bretaña el 3 de Diciembre de 1800, alcanzando la ‘paz de Amiens’.
Emperador de Francia
Más tarde en el año de 1801 normalizó las relaciones con el Papado, muy resentidas y deterioradas tras los cambios en materia religiosa introducidos por la Revolución, esto mismo apaciguó los ánimos en el interior del país al poner fin al enfrentamiento con la Iglesia católica. Gracias a esto, logró hacerse coronar emperador el 2 de diciembre de 1804 por el papa Pío VII en la misma catedral de Nôtre-Dame, ciñéndose él mismo arrebatando la corona imperial, en un gesto de orgullo y poder. Por el prestigio militar, que dieron sus victorias militares, el pueblo de Francia, acepta el cambio de gobierno.
Gran Bretaña reanudó la guerra naval con Francia en abril de 1803 y en 1805, Rusia y Austria se unieron a los británicos en la Tercera coalición. Decidió que todos sus ejércitos fuesen contra las fuerzas austro-rusas, a las que derrotó en la batalla de Austerlitz el 2 de diciembre de 1805. Napoleón y Francia se veían a sí mismas, con este acto, en la cumbre máxima del poder. El tratado de Presburgo quita a Austria numerosos territorios, dando fin al Santo Imperio Germánico, el cual, en Alemania, cede su lugar en julio de 1806 a la Confederación del Rin.
Las guerras napoleónicas
Si bien por mar las cosas no fueron bien para Napoleón, dado el aplastante poderío naval británico (derrotas en Abukir y Trafalgar), por tierra su dominio táctico y la preparación de sus generales y soldados le hizo obtener brillantes victorias (Ulm, Austerlitz – Batalla de los 3 emperadores, Jena, Auestardt, Friedland, etc.). Dado que las tropas del general Masséna habían derrotado al ejército austriaco mandado por Carlos de Habsburgo en Italia, Napoleón aprovechó esta situación para nombrar a su hermano, José I, rey de Nápoles en 1806; asimismo, nombró a otro de sus hermanos, Luis I Bonaparte, rey de Holanda (la antigua República Bátava); el 12 de julio estableció la Confederación del Rin, constituida finalmente por todos los estados alemanes a excepción de Austria, Prusia, Brunswick y Hesse.
La formación de la Confederación del Rhin puso fin al Sacro Imperio Romano Germánico y casi toda Alemania quedó bajo el control de Bonaparte.
La cuarta coalición fue puesta en marcha formada por Gran Bretaña, Rusia y Suecia. Al no aceptar la supremacía francesa a sus puertas y, empujada por Inglaterra, Prusia decreta la movilización el 9 de agosto y su armada es hecha trizas en Jena el 14 de octubre siguiente. El 27, Napoleón realiza su entrada triunfal en Berlín a la cabeza de la Grande Armada. Después de muchos reveses, Prusia firma un armisticio en Charlottenburg. Fortalecido por los nuevos territorios tomados a Prusia, Napoleón hace renacer Polonia creando el Gran Ducado de Varsovia. El 21 de noviembre, desde Berlín, el Emperador decreta el Blocus continental que prohíbe a los países bajo influencia francesa, todo comercio con Inglaterra. Ve en este medio la mejor manera de dar un golpe terrible a la economía inglesa y espera que esta medida incite al pueblo inglés a levantarse contra sus dirigentes.
Aquel primer ensayo de unificación europea llevó a gran parte del continente las ideas e instituciones surgidas de la Revolución francesa, extendiendo a otros países la dinámica de transformaciones políticas, económicas y sociales del liberalismo, que habrían de marcar su entrada en la Edad Contemporánea.
El 26 de noviembre, Federico-Guillermo de Prusia se rehúsa a ratificar el armisticio de Charlottenburg. Cuenta con el apoyo de los rusos para salirse de problemas. Por desgracia para él, Rusia es vencida por el Emperador en Friedland el 14 de junio de 1807 y debe aceptar las condiciones de paz así como la alianza francesa por medio del tratado de Tilsit del 7 de julio siguiente. Napoleón, consciente de que su Bloqueo contra los intereses británicos requiere la ocupación de las costas, se acerca a España y obtiene el derecho de paso que permite a las tropas francesas bajo el mando de Junot, dirigirse a Portugal (aliado inglés) en donde llegan a Lisboa el 30 de noviembre de 1807. En España, el rey Carlos IV ve a su propio hijo Fernando contestar su corona. Frente al giro que toma este asunto, solicita el arbitraje de Napoleón. Tras un encuentro bastante lamentable en Bayona, Napoleón pone a todo el mundo de acuerdo poniendo al hijo en Valençay, en residencia vigilada, y obteniendo la abdicación del padre. ¡Un reino no podría quedarse sin un rey! Así, el Emperador hace venir a su hermano José del reino de Nápoles, le quita su corona (que da a Murat) y le da en cambio la de España.
Sin embargo, a partir de 1808 se sucedieron los levantamientos populares, al mismo tiempo que una táctica militar muy efectiva y contra a la muchos ejércitos incluídos los de Julio César no han podido hacer frente, la guerra de guerrillas, ponía en serios apuros a las tropas francesas en suelo español hasta el punto que el mismo Napoleón hubo de trasladarse para dirigir las operaciones, esto disminuirá las fuerzas de la Armada francesa, que lo resentirá en las futuras campañas que emprenderá Napoleón. Un año más tarde, al no tener hijos de su matrimonio con Josefina, estéril desde los treinta y cinco años, se separó de ella y es declarada nula la unión. Deseoso de tener un heredero, rápidamente concertó su segundo matrimonio, esta vez con una princesa austriaca, María Teresa, hija del emperador Francisco I. Nueva aliada de Francia, sería Austria donde el Emperador elijió a su segunda esposa de quien espera tener un heredero.
Apenas las dificultades en España son conocidas, Austria retoma las armas contra las tropas francesas estacionadas en Alemania, invadiendo Bavaria el 8 de abril de 1809, no sin haberse asegurado previamente de la alianza de los ingleses. La quinta coalición ve la luz.
El comienzo de la caída del imperio
La Quinta Coalición estaba formada por Suecia, Rusia e Inglaterra y como veremos fue conformada gracias a una traición de Bernadotte y la resistencia rusa a proseguir con el bloqueo naval a Gran Bretaña. Y es aquí, en Rusia, el inicio del fin para el imperio napoleónico, debido principalmente a la extensión del territorio así como al clima extremo al que se tuvo que enfrentar, sin contar la estrategia de tierra quemada que no le permitía reabasteserse. Al igual que Hitler, Napoleón comenzaría el descenso en Rusia.
Napoleón deja París y parte para ponerse nuevamente al mando de la Grande Armada. Galvanizada por su presencia, la armada francesa bate al archiduque Carlos en Abensberg el 20 de abril de 1809, obtiene la victoria dos días después en Eckmühl. El 13 de mayo, el Emperador obtiene la capitulación de la ciudad de Viena. El 15 de mayo, Napoleón ofrece la independencia a los Húngaros. Los días 5 y 6 de julio, gana la batalla de Wagram y al fin, el 12 de julio, Austria firma el armisticio en Znaim y ratifica el tratado de paz en Viena el 14 de octubre siguiente.
De la unión entre Napoleón y María Luisa, el 20 de marzo de 1811, un chico llamado Francisco-Carlos-José-Napoleón, quien recibe inmediatamente el título de Rey de Roma. El Emperador posee a partir de entonces un heredero. El reino de Napoleón se encuentra entonces en su apogeo.
A pesar de los diferentes conflictos, Napoleón no ceja en continuar sus reformas y a dotar a Francia de instituciones sólidas: Creación de la Universidad, de los consejos de los magistrados del trabajo (prud’hommes) (1806), Corte de Cuentas (1807). Bajo su impulso, carreteras y caminos, puentes y canales son creados. El blocus refuerza la industria francesa. Las empresas químicas y textiles no han conocido nunca semejante prosperidad. Sin embargo, aquellas acostumbradas a la exportación se hallan ante las peores dificultades para despachar su producción y son rápidamente conducidas a la quiebra.
Este blocus le arrastra a los cuatro rincones de Europa. Al norte, incorpora la provincia de Hanovre al reino de Westfalia en cuyo trono ha instalado a su más joven hermano, Jerónimo, desde 1807. Al sur, su voluntad indómita de verse respetado por todos, incluido el Papa, le lleva inclusive a ocupar Roma el 2 de febrero de 1808. Ganándose todo el furor de Pío VII, lo hace detener, y le asigna una residencia en Savona en 1809. En 1812, será transferido a Fontainebleau. El 17 de febrero de 1810, los Estados Pontificales son incorporados al Imperio por decreto. El Papa se niega desde ese momento a entronizar a los obispos nombrados por Napoleón en los Estados anexados.
El 15 de agosto de 1811, el zar Alejandro 1ero, despreciando el tratado de Tilsit, vuelve a abrir sus puertos a los ingleses. Napoleón hará saber a Kurakín, embajador de Rusia en Francia, que no se quedará con los brazos cruzados ante la actitud de Alejandro, que ve ahí un casus-belli.
Al no moverse el Tsar de su posición, Napoleón ordena la partida de la Grande Armada hacia la frontera rusa el 8 de febrero de 1812. Comienza entonces, el juego de las alianzas y las traiciones. El 18 de febrero, el mariscal de Imperio Bernadotte, llamado con el asentimiento de Napoleón a sentarse en el trono de Suecia, propone una alianza sueco-rusa y no dudará, llegado el momento, en ordenar abrir fuego sobre sus antiguos compatriotas.
Francia, en cuanto a ella, se entiende con Prusia (24 de febrero) y con Austria (14 de marzo). El 9 de abril, el acuerdo entre Suecia y Rusia es firmado.
El 18 de junio, los Estados-Unidos de América declaran la guerra a Inglaterra, rehusándose a someter su flota a las órdenes de los ingleses que quieren conservar la supremacía en todos los mares y sobre todo lo que navega. ¿ No había acaso ordenado el Consejo británico desde el 11 de noviembre de 1807 que todos los navíos neutrales deberían hacer escala en Gran Bretaña antes de acostar en el continente europeo? El 23 de noviembre siguiente, Napoleón había entonces replicado ordenando la confiscación de todo navío que se hubiera sometido a las exigencias británicas. Por esta declaración de guerra, los Estados Unidos reconocían la legitimidad del combate que llevaba Napoleón contra Inglaterra desde la ruptura de la paz de Amiens.
Pero regresemos a Rusia. Napoleón y la Grande Armada cruzan el río Niemen el 24 de junio de 1812. Tras múltiples victorias incluida la de la Moskowa, entra en Moscú el 14 de septiembre. Desde el día siguiente, los primeros incendios abrasan la ciudad. Los rusos aplican la política de la tierra quemada. Moscú arde en llamas de este modo durante cuatro días. Napoleón envía emisarios ante el zar Alejandro, pero éste último rechaza todo compromiso “mientras quede un soldado francés en el suelo ruso”. Entonces comienza la espera.
El 13 de octubre, la nieve hace su aparición, seguida bien pronto de un frío glacial al que los soldados franceses no estaban acostumbrados. El 19 de octubre, el Emperador, harto de esperar inútilmente en una ciudad fantasma, ordena el retorno. Las condiciones climáticas van a hacerse tales, que esta retirada se convertirá en una pesadilla. Dejamos a los testigos que tuvieron la suerte de regresar y han dejado algunos testimonios así como a los grandes autores, la tarea de describiros las escenas apocalípticas que tuvieron razón de la valentía de nuestra Grande Armada, cogida en la trampa de los hielos, hostigada por hordas de cosacos habituados a los grandes fríos. En espacio de algunas semanas, la Grande Armada habrá cesado de existir.
El 5 de diciembre, Napoleón da el mando a Murat y parte a París. En el boletín que envía y que le precede en la capital francesa, anuncia toda la extensión del desastre. La noticia se esparce a través Europa como un reguero de pólvora. ¡El Águila está herida! Es la ocasión tan esperada por algunos para formar una nueva coalición contra Francia.
La sexta coalición y la derrota de Napoleón
Nuevamente es requerida una colisión de naciones (Prusia, Suecia, Rusia, Inglaterra, España, Austria), que ahora será definitiva, pues le acarrearan a Napoleón el exhilio. La Sexta Colisión está en marcha Desde el 31 de enero de 1812, Prusia abandona a Napoleón y se alía con Rusia. El 11 de enero, con el fin de reconstituir su Grande Armada, decreta la movilización de 350 000 hombres sin experiencia, como se adivina. El 13 de enero, Murat abandona su comando durante la retirada de Rusia y regresa a su reino de Nápoles. El 26 de febrero, aquel a quien Napoleón a colmado de beneficios y a hecho rey, propone sus servicios a Austria con el fin de preservar su reino. Austria rechaza.
El 3 de marzo, es el turno de Bernadotte, pactando con Inglaterra… El 11 de marzo las tropas rusas están en Berlín. El 17, Prusia declara la guerra a Francia. El 28 de marzo, el Emperador nombra un Consejo de regencia y pone a su cabeza a la Emperatriz María-Luisa quien presta juramento. El 3 de abril, nueva movilización de 180 000 hombres. El Imperio vacila, pero Napoleón espera aún. El 13, Austria le hace saber que está lista para un nuevo enfrentamiento. El suegro está dispuesto a pelearse con su yerno y poco le importa que su propia hija sea regente de Francia, emperatriz, y que su nieto sea el heredero de más hermoso imperio creado desde Carlomagno.
El 15 de abril, el Emperador Napoleón parte para reunirse con su armada en Alemania. Llega a Erfurt el 25. El 2 de mayo, gana la batalla de Lützen contra las fuerzas ruso-prusianas que se baten en retirada. Prosigue su ruta al este hacia Dresde, a donde llega el 8 de mayo. El 20 de mayo, nueva victoria en Bautzen, luego en Würchen al día siguiente. Sin embargo, estas victorias no son decisivas en la medida en que falto de caballería no puede perseguir al enemigo y aniquilarlo definitivamente, lo que permite a éste último reorganizarse y volver al ataque en los días siguientes. El 4 de junio, Napoleón pide el cese de las hostilidades hasta el 20 de julio, lapso que será prorrogado hasta el 10 de agosto. Este tiempo será aprovechado por todas las partes para reforzarse. El 2 de julio, las tropas francesas inician su salida de España. Para los coaligados, esta renuncia es una nueva confesión de debilidad por parte de la armada francesa y sobre todo una nueva prueba de que su Jefe no es invencible.
A partir del 12 de agosto, Austria hace oficialmente su declaración de guerra a Francia. Las hostilidades retoman. Siguen una sucesión de combates ora favorables a las armas francesas, ora a las de sus enemigos. El 23 de agosto, en Gross-Beeren, Bernadotte, a la cabeza de un cuerpo de 23 000 suecos, da la orden de abrir fuego sobre los soldados franceses, y bate a Oudinot.
Todos estos combates sucesivos cuestan muy caro en vidas humanas, y una nueva leva de 280 000 hombres es decretada el 9 de octubre. Napoleón, tras haber batido a Blücher en Düben el 10 de octubre, concentra sus fuerzas en Leipzig el 14. Del 16 al 19, se lleva a cabo la batalla de Leipzig, llamada más tarde “la Batalla de las Naciones”, en donde los 160 000 hombres de quienes dispone el Emperador no pueden hacer frente a 320 000 hombres de los coaligados. Comienza entonces una nueva retirada en dirección de Erfurt.
El 2 de noviembre, Napoleón está de regreso en París. Se pretende tranquilizador. Todo no está aún perdido, si se hace un llamado al patriotismo de los franceses. Así, el 15, decreta una nueva leva de 180 000 hombres. El 16, sintiendo nacer el recelo a su alrededor, propone un congreso de paz. Los coaligados le hacen saber por medio de la declaración de Frankfurt que “los Aliados no hacen la guerra a Francia, sino a Napoleón.”
El 29 de diciembre, el Cuerpo legislativo, a través de su ponente Laîsné, denuncia “la actividad ambiciosa de Napoleón”. La impresión del texto es votada por doscientos veintitrés voces contra cincuenta y una. Napoleón se opone a esta impresión. El 1ero de enero de 1814, declara ante el Cuerpo legislativo:
Vuestra comisión ha sido guiada por el espíritu de la Gironda.
¡En vez de ayudarme, secundáis al extranjero!… ¿Es momento de hablar de los abusos cuando doscientos mil cosacos cruzan nuestras fronteras? No se trata de libertad y de seguridad individual, se trata de independencia nacional. -¿No estabais contentos de la constitución? Hace cuatro años que había que pedir otra.
Al mismo tiempo, el futuro Luis XVIII llama a los franceses a “recibir con los brazos abiertos a los invasores Aliados.” El 24, Napoleón parte a ponerse a la cabeza de su ejército, sintiendo la invasión inminente de Francia por los Aliados. A pesar de todo su talento y de numerosos éxitos, (Brienne el 28 de enero, Champaubert el 10 de febrero, Montmirail el 11, Château-Thierry el 12, Vauchamps el 14, Mormant y Nangis el 17, Montereau el 18, Méry el 23, Craonne el 7 de marzo) el Emperador no puede impedir a las fuerzas coaligadas entrar en París el 31 de marzo. Esta vez, el Águila está en tierra, y si una de sus alas bate aún, el Senado se encarga de neutralizarla votando el 2 de abril la deposición del Emperador Napoleón 1ero. En Fontainebleau, el 6 de abril, será un hombre abatido quien firme su abdicación sin condiciones. Tras haberle dicho adiós a sus soldados, parte para tomar la irrisoria soberanía de la isla de Elba que los “Aliados” han consentido otorgarle.
El 3 de mayo Louis XVIII regresa a París en los furgones del extranjero y se sienta sobre le trono de Francia. El 30 de mayo, el tratado de París reduce a Francia a sus fronteras de 1792.
El fin de Napoleón
Menos de un año más tarde, al enterarse de la impopularidad creciente de que eran víctimas el Rey, por una parte, y por otra la violación de las cláusulas del tratado de Fontainebleau que le garantizaba el pago de una renta, Napoleón abandona la isla de Elba y regresa a Francia, apoyado por la armada que le sigue siendo fiel y el pueblo que nunca ha aceptado a aquel rey impuesto por las potencias extranjeras. Como el 18 brumario, retoma el poder sin que el más mínimo tiro sea disparado.
Europa toda entera se vuelve a formar entonces una nueva coalición que pondrá un término definitivo a la carrera de Napoleón luego de la derrota de la armada francesa en Waterloo, el 18 de junio de 1815. Enfrentando a una fuerza dos veces mayor que la suya, la victoria no podía más que escapársele. Abdica una última vez el 22 de junio. Tras concebir el proyecto de transladarse a los Estados Unidos para establecerse, renuncia finalmente a la idea y se pone bajo la protección de las leyes de Inglaterra, ¡que no esperaba tanto! Esta le retiene prisionero y lo exilia en una pequeña isla del Atlántico sur: Santa Elena.
Su primera sepultura en Santa Elena. Napoleón muere envenenado el 5 de mayo de 1821, después de haber sufrido durante más de cinco años humillaciones y privaciones. Tras su muerte, el gobernador de la isla, Hudson Lowe, se negará a inscribir el nombre “Napoleón” sobre su tumba. Para él e Inglaterra, no era más que el general Bonaparte. No podía entonces adivinar que, 34 años más tarde, el 24 de agosto de 1855, la reina Victoria de Gran Bretaña vendría a rezar bajo el domo de los Inválidos, a la tumba del Gran Napoleón. En efecto, por petición del rey Luis Felipe, las cenizas del Emperador habían sido restituidas a Francia en 1840 y depositadas en los Inválidos. Su hijo Francisco-José, llamado el Aguilucho, muerto en 1832, le alcanza en 1940, al consentir Adolfo Hitler regresar sus despojos mortales a Francia.