Leónidas (en griego, Λεωνίδας), rey de Esparta, fue una figura legendaria de las guerras médicas y es especialmente recordado por su papel final en la batalla de las Termópilas, donde contuvo el avance de las fuerzas Persas comandadas por Jerjes I. En su último acto sobre la tierra, se convirtió en uno de los caudillos que sería recordado hasta nuestros días por su gran valor, simbolizando una voluntad de hierro y también el máximo esfuerzo y sacrificio en favor de un ideal, que en este caso sería la libertad de Grecia.
Atenas acude a Leónidas
Leónidas era miembro de la familia de los Agiadas y no se conoce mucho de su historia y origen hasta el momento en que toma parte en la batalla de las termpópilas en el año del 480 aC. Jerjes I, emperador de Persia, había decidido conquistar Grecia, y emprendió la campaña con una fuerza extremadamente numerosa para la época consistente de entre 250,000 a 1,000,000 de hombres. En principio Atenas organizó la resistencia Griega y pidió a Leónidas I, rey de Esparta que se uniera a la causa. Al enterarse de la invasión de los persas, decide incorporarse al ejército griego, que planeaba detener a las fuerzas persas en el paso de las termópilas, un paso muy estrecho donde los persas no podían desplegar su superioridad numérica.
La batalla de Termópilas
Las fuerzas griegas se aliaron y llevaron a un ejército que constaba aproximadamente de 5000 hombres, es decir una cantidad muy inferior al ejército comandado por Jerjes I, y entre los cuales se encontraba Leónidas junto con 300 hoplitas espartanos. Bajo estas condiciones del campo de batalla, la falange griega, constituida por fuertes guerreros con fuerte armadura, grandes lanzas y escudos, era una solución perfecta para obstaculizar el avances del ejército persa, por muy numeroso que éste fuera.
Antes de la batalla, Jerjes I estaba confiado en que el ejército griego se rendiriá en cuanto viera la superioridad numérica de sus adversarios, al punto en que mandó un emisario a Leónidas con el mensaje de que entregaran sus armas inmediatamente y les serían perdonadas las vidas, a lo que respondió “Ven a buscarlas tu mismo”.
La batalla dio inicio y las fuerzas griegas rápidamente demostraron su valía al no ceder ni una pulgada de suelo, matando persas a diestra y siniestra, sin sufrir casi bajas. Fue tal la magnitud del choque inicial que Jerjes I estaba muy consternado ante la superioridad de las unidades griegas y al gran número de bajas persas, que aunque no era una cantidad que amenazar gravemente la existencia de su ejército, representaba un duro golpe en la moral persa.
En un punto de la batalla Jerjes I advirtió a Leónidas que atacaría con sus arqueros, de los cuáles tenía una cantidad tan grande que sus flechas cubrían el sol volviendo noche el día, y ya que entre los espartanos se consideraba al arco como un arma poco honorable pues no permitía el combate cuerpo a cuerpo, un soldado espartano de nombre Dienekes respondió “Tanto mejor, lucharemos en la sombra”.
Después de las primeras oleadas lanzadas por los persas, Leónidas dijo a sus hombres, “Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado”. Desesperado e impotente al saber que sus ataques no funcionaban, Jerjes I decidió enviar a la guardia imperial, a los llamados Inmortales, quienes eran un grupo de élite del cual cada vez que uno moría, otro ocupaba su lugar. Durante tres días los persas habían intentado abrirse paso, y fallado en el intento.
Soldado Inmortal. Los inmortales eran una élite al servicio del emperador persa y conformaban su guardia imperial.
Parecía que los griegos eran capaces de detener y vencer al ejército Persa ahí, sin embargo, un traidor de nombre Efialtes, le señaló a Jerjes que existía otra manera de sortear las montañas. Por esta acción, Efialtes pasaría a la historia como un despreciable traidor, y su nombre tomaría el significado de “Pesadilla”. Efialtes mostró el nuevo sendero a Jerjes y éste mandó una parte de su ejérctio por ahí, de manera que pretendía rodear a las fuerzas de Leónidas.
El fin de Leónidas
Al saber del nuevo movimiento de los Persas, reunió al consejo de guerra, en el cual propuso que las fuerzas griegas se retiraran mientras él permanecería con los 300 espartanos a defender el paso. Así se dispuso y los griegos se marcharon para preparar la contraofensiva, mientras los espartanos, sus vasallos los Lacedemonios y algunos tebanos se quedaron a presentar batalla hasta el fín. Para éste punto resultaba obvio que este era el final para las fuerzas espartanas, por lo que a los primeros rayos del sol, preparándose para la batalla, Leónidas le dijo a sus hombres: “Desayunen bien, pues hoy cenaremos con Hades” (Hades era el dios del inframundo). De esta manera dio inicio de nuevo la matanza, pero los espartanos seguían defendiéndose formidablemente, y las bajas persas seguían siendo atroces. Jerjes I, no desando acumular más bajas, optó por atacar a los espartanos con arqueros, causando estragos en las filas espartanas, que estaban siendo atacadas por ambos frentes. Leónidas fue alcanzado por una flecha, y los últimos guerreros espartanos murieron tratando de conservar su cuerpo para evitar que cayera en poder de los persas.
Aunque en la batalla de las Termópilas, el ejército de los Espartanos fue aniquilado, se consiguió un triunfo táctico para los griegos, ya que habían retrasado el avance persa lo suficiente como para preparar un plan para detener la invasión de Jerjes I, así como también habían alzado la moral de los griegos y al mismo tiempo amedrentado la moral persa.