Es común que la historia se enfoque enormemente en la figura de Julio César, el gran conquistador que mediante brillantes estrategias militares conquistó la Galia y tuvo una participación decisiva en los últimos años de la república romana. Sin embargo, un personaje que también encontró la manera de trascender la historia y se distingüió por ser el brazo derecho de Julio César se encontraba muy lejos de ser un genio político. De caracter violento y sin muchos dotes diplomáticos, Marco Antonio se caracterizó por usar la violencia para tratar de imponer sus condiciones en casi todas las etapas de su vida. Sin embargo, la virtud que lo acercó y mantuvo en el poder fue la lealtad: aún al tener problemas con Julio César, siempre le fue fiel y peleó por él incluso después de su muerte, dando caza a los conspiradores de las Idus de Marzo (día que Julio César fue asesinado, 15 de Marzo del 44 a. C.).
Juventud
Perteneció a la familia de los Antonios, nació en Roma en torno al año 83 a. C. Su padre fue su tocayo Marco Antonio Crético (Marcus Antonius Creticus), hijo a su vez del orador Marco Antonio el Orador (Marcus Antonius Orator), quien fuera ejecutado por los partidarios de Cayo Mario en el 87 a. C.
Era sobrino lejano de Julio César por parte de su madre, Julia Caesaris. Su padre murió a una temprana edad dejándolo junto con sus hermanos Lucio y Cayo, al cuidado de su madre, Julia Antonia. Ésta se casó después con Publio Cornelio Léntulo Sura, un político acusado de estar involucrado en la conjura de Catilina (63 a. C.). Razón por la que Cicerón ordenó su ejecución, causando la enemistad de Marco Antonio, la cual culminaría en la muerte de Cicerón.
Su vida temprana se caracterizó por la falta de una adecuada orientación paterna. De acuerdo con historiadores como Plutarco, pasó sus años de adolescencia vagando por Roma con sus hermanos y amigos. Juntos se embarcaron en una clase de vida rebelde y despreocupada, frecuentando casas de apuestas, dándose a la bebida y viéndose involucrados en escándalos amorosos. Plutarco menciona el rumor de que antes de cumplir los veinte años de edad ya estaba endeudado, debiendo unos 250 talentos (6 millones de sestercios), aunque asumidos por su amigo Escribonio Curión. Asimismo, hacia el año 59 a. C. entró en contacto con el círculo del polémico Publio Clodio Pulcro y sus bandas callejeras.
Después de este periodo de imprudencias, huyó a Grecia hacia el año 58 a. C. para escapar de sus acreedores. Luego de asistir a las clases de los filósofos en Atenas por poco tiempo, donde aprendió retórica como solían hacer otros jóvenes nobles romanos de su época, fue convocado por Aulo Gabinio, procónsul de Siria, para participar en la campaña contra Aristóbulo de Judea, distingüiéndose militarmente por ser el primero en asaltar una fortificación judía. Posteriormente participó en la campaña militar de Gabinio en el 55 a. C. para restablecer en el trono de Egipto a Ptolomeo Auletes, en la cual demostró su talento como prefecto ecuestre (comandante de la caballería), destacando por su valentía y coraje en la toma de Pelusio. Ésta fue la primera vez que conoció Egipto y Alejandría.
El brazo derecho de Julio César
La influencia de Clodio y de Curión lo acercaron al partido de Julio César, rival de Pompeyo y del Senado romano. En el año 54 a. C. entró a formar parte del mando del ejército de Julio César en las Galias, probando de nuevo su competente liderazgo militar en la Guerra de las Galias y destacando en el doble asedio de Alesia, aunque su personalidad provocaba conflictos continuamente, donde quiera que fuese; El propio Julio César llegó a decir que su conducta le hacía irritar frecuentemente.
Sin embargo, fue ascendido por la influencia de Julio César a los cargos de cuestor (52 a. C.), augur (50 a. C.) y tribuno de la plebe (49 a. C.), siempre apoyó la causa de su protector con gran energía. Posteriormente, se le fue exigida la renuncia a Julio César después del término de sus dos mandatos proconsulares.
Sugirió entonces que todos los comandantes que compartían el mismo imperium entregaran el mando, pero la idea fue rechazada, y cuando recurrió a las amenazas y a sembrar el descontento, fue finalmente expulsado del Senado. De esta forma huyó de Roma, uniéndose a Julio César, que había dejado su ejército acampado a orillas del Rubicón, el arroyo que marcaba el límite meridional de su autoridad proconsular. Con todas las esperanzas de hallar una solución pacífica desvanecidas tras la salida de Marco Antonio del Senado, Julio César usó como pretexto su figura como tribuno de la plebe, y por tanto intocable aun para el Senado, para ordenar el cruce del río y la marcha de su ejército hacia Roma, comenzando así la última guerra civil. Durante esta contienda, Marco Antonio fue el segundo al mando de Julio César; en todas las batallas contra los pompeyanos, lidereó el ala izquierda del ejército, prueba evidente de la confianza de Julio César en él.
Las Idus de Marzo
El asesinato de Julio César en 44 a. C. le otorga el control de la ciudad, encargándose de defender su memoria y perseguir a los asesinos. Después de la muerte, expulsó a sus asesinos Casio y Bruto a Grecia y se hizó con el poder; hábilmente había encontrado la salvación al dar un acalorado discurso ante la plebe romana, diciendo que Julio César había sido el verdadero benefactor del pueblo romano, lo cual hizo que el pueblo clamara por venganza hacia los conspiradores, haciendo que éstos huyeran después de haber tenido el poder al alcance de la mano. Sin embargo no contaba que Julio César nombraría como sucesor suyo a su sobrino Octavio. Éste regresó a Roma en mayo del 44 a. C. a hacer valer su título de sucesor, pero Marco Antonio lo ignoró.
El segundo triunvirato
El Senado romano, que odiaba a Marco Antonio, reconoció el mando supremo que Octavio reclamaba y le encargó la tarea de derrotarlo. Sin embargo, el sobrino de César no era ignorante de las verdaderas intenciones del senado, quienes sólo deseaba usarlo para acabar con él y luego lo despreciaría también, por lo que en secreto se reunió con él en una isla cerca de Bolonia. Los dos acordaron que junto con Lépido, se enfrentarían al partido senatorial y le impondrían sus decisiones.
Junto a los otros dos comandantes regresaron triunfantes a Roma donde revelaron una claúsula secreta de su pacto: los principales miembros del partido conservador, los Optimates debían morir. Una lista de 300 senadores y 2000 caballeros condenados a muerte fue publicada, y el primero de la lista no era otro que el famoso orador Cicerón. Los bienes de los proscritos fueron repartidos entre los ejecutores y el bando repúblicano sufrió un terrible golpe, más aún poseía un ejército poderoso en Grecia, bajo las órdenes de los asesinos de César.
Marco Antonio y Octavio partieron a Macedonia a vengar la muerte de Julio César, y derrotarón a Casio y Bruto en la Batalla de Filipos en el 42 a. C. A continuación los triunviros se repartieron Roma. Marco Antonio, el indiscutible líder, se apoderó de las ricas provincias del Oriente, mientras que a Octavio le tocó la endeudada Italia y las provincias del Occidente, a Lépido lo marginaron y le entregarón las menos valiosas provincias africanas. Aunque poco después también lépido fue removido del camino.
Guerra contra Octavio
Enfrentados ya sólo Octavio y Marco Antonio, como dominadores de la parte occidental y de la oriental, este último se separó de la hermana de Octavio (con quien se había casado para promover la anterior alianza) y trató de establecer un reino helenístico propio en el Mediterráneo oriental. Para ello estableció una alianza con la última reina del Egipto ptolemaico, Cleopatra, a la que cedió territorios romanos y probablemente hizo su amante.
Muerte
Juntos Marco Antonio y Cleopatra expandieron sus dominios conquistando Armenia en el 34 a. C. Pero Octavio, que había ganado la batalla política en Roma explotando la “orientalización” de Marco Antonio, dirigió su ejército a Egipto, desencadenando la Guerra Ptolemaica (32-30 a. C.). Derrotada la flota egipcia en la batalla de Actium, no intentó resistir en tierra firme y se suicidó cuando las tropas de Octavio entraban en Alejandría. Poco tiempo después Cleopatra optó por tomar el mismo camino y se suicidó también por vergüenza y temor a ser llevada como un trofeo a Roma y desfilar en uno de los triunfos de Octavio.