Biografía de Hernán Cortés

Hernán Cortés Nació en Medellín (Badajoz) en 1485, sus padres fueron Martín Cortés y Catalina Pizarro. Inició estudios universitarios en Salamanca, España, donde aprendió latín y algo de derecho, pero solo permaneció dos años en la universidad. Siempre tuvo un espíritu aventurero e inquieto, que va de la mano con la tendencia expansionista y descubridora de la España del siglo XV, donde por lo extenso del territorio decían, “el sol no se pone en el imperio”. Por tal motivo hombres como este, movidos por el impulso de la aventura y la codicia (las promesas de oro en las nuevas tierras) estaban atentos a las oportunidades de embarcarse hacia América. Sus padres querían que se recibiera en Derecho, pero Cortés, con una voluntad férrea y poco dinero eligió su destino al buscar salir en expediciones militares.

Como buen aventurero siempre estuvo listo a las conquistas amorosas. Una anéctoda ocurre cuando cierto día paseando por Sevilla, una novia pasajera le dio cita para determinada hora de la tarde en una casa de las afueras, donde ella vivía, pero le advirtió a Hernán Cotés que para reunirse con ella debería saltar la tapia de una mansión muy principal.

Allí fue, el enamorado mozo Hernán Cortés, pero al saltar la verja le ocurrió un contratiempo que le puso en un mal brete, pues como la tapia no estaba en muy buen estado, su peso la derrumbó y allí se fue el galán al suelo, fracturándose varias costillas. Entonces tuvo que ir en busca ( o más bien lo llevaron) de un “algebrista”, como llamaban entonces a los médicos encargados de reparar el esqueleto humano, y transcurrieron varias semanas antes de estar recuperado, por lo cual no pudo ir a “La Española” (Actual isla de Santo Domingo) con Nicolás de Ovando, como lo había planeado anteriormente.

Hernán Cortés se preciaba de su conocimiento del latín, los romances y la historia, lo que le permitió expresarse con soltura y atildado estilo en sus varios escritos y de modo particular en sus Cartas de relación. En Valladolid, aprendió el oficio de escribano, y cuando tenía 19 años, después de haber pasado un tiempo en Italia, embarcó hacia La Española (Santo Domingo) para trabajar de escribano en la Villa de Azua, durante su estancia en Santo Domingo mantuvo muy buenas relaciones con el gobernador Diego Velásquez, quien le pidió que participara como su secretario en la expedición para conquistar Cuba en 1511. Cortés aceptó la oferta.
Así lucían los conquistadores españoles que llegaron a las costas mexicanas en el siglo XVI

Diego Velásquez es un personaje que desempeña un papel importante en la vida de Hernán Cortés. Primero fueron grandes amigos y ambos se llevaban bien, pero básicamente con el paso del tiempo y el desarrollo de circunstancias como la expedición a Yucatán, le abrieron el panorama a Diego Velásquez de la muy superior capacidad de Hernán, quien organizaba la expedición con gran entusiasmo, es por esto que conforme el tiempo pasa Diego Velásquez se torna cada vez más en su enemigo. Hay que señalar también el superior deseo de aventura de Cortés, dado que bien podría haber sido Diego Velásquez el líder de la expedición, dado su nivel de autoridad y jerarquía más alta. De esta manera Diego Velásquez aparece más como una persona que utiliza su autoridad para que otros realicen la acción que como hacedor, acciones que se le van de las manos como veremos más adelante, al contrario de Hernán Cortés, quien aprovecha todas las oportunidades que se le presentan.

Acompañó a Velázquez a Cuba (año 1511), llegando a ser alcalde de Santiago de Baracoa. Fue encarcelado, ya que fue acusado de conspirar contra el gobernador Velásquez. Liberado, se casó con la cuñada del propio Diego Velásquez, llamada Catalina Juárez. Diego Velásquez le nombró jefe de la expedición que se estaba montando para seguir con los descubrimientos en la costa de Yucatán, aunque pronto desconfió de él, por las razones antes comentadas.

La expedición

Hernán Cortés seguía, sin embargo, con los preparativos de la expedición, y debido a su gran elocuencia, dotes de persuasión y sugestión, pronto logró más de 600 hombres reclutados para su causa.

Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Cortés partió del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de éstos en la isla de Trinidad y otros lugares.

Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota de Hernán abandonó las costas de Cuba, en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 escopeteros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros de auxiliares de la tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Por capitanes iban Alonso Hernández de Portocarrero, Alonso de Ávila, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León (éste pariente del gobernador), Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado, quienes eran lidereados por Cortés. Muchos de estos eran veteranos de la guerra de Italia. Por piloto principal iba Antón de Alaminos.

Sin embargo, se le prohibió la fundación de colonias permanentes. Después de 10 días de navegación llegó a la isla de Cozumel. Además, fue en este primer contacto con los nativos en Cozumel, donde vió como los indios ofrecían sacrificios a sus ídolos, arrancando el corazón a esclavos o prisioneros. Esto era lo que más horrorizaba a los españoles.

Destrozó pues, esos ídolos, y puso en su lugar cruces e imágenes de la Virgen María. Por medio del intérprete de entonces, Melchorejo tuvo noticias de la existencia de unos hombres barbudos en poder de ciertas tribus, sin duda españoles capturados, y envió emisarios para rescatarlos. Acudió sólo uno: Jerónimo de Aguilar, que había sido capturado unos años antes, y había aprendido el lenguaje maya que se hablaba en dicha región. Sin embargo, el otro español, un tal Guerrero, no acudió, ya que se había convertido y adaptado a las costumbres indias, tenía esposa y varios hijos, por lo que éstos, seguramente habrán sido los primeros mestizos mexicanos.

Hernán Cortés se entera del Imperio Azteca

Continuó su expedición a lo largo de la costa de Yucatán hasta el río Tabasco al que llamaron Grijalva. Después ocurre la primera batalla contra los indígenas, obteniendo la victoria, así los mayas les entregaron mucha de la riqueza que tenían, y también algunas mujeres entre las que estaba la Malinche o Malitzin, quien fue muy importante ya que hablaba maya y náhuatl; por lo que ella era la intérprete del náhuatl al maya, y Jerónimo de Aguilar era el intérprete entre el maya y el castellano. Más tarde la Malinche aprendió el castellano y fue ella la que fungía como intérprete directa de Cortés, con quien además tuvo un hijo. En Tabasco, los españoles supieron de la existencia de un país hacia poniente que los indios denominaban “México”. La flota de Hernán fue, bordeando la costa mexicana, en dirección Noroeste, y un día se presentaron varias canoas indígenas que venían de parte del emperador, llamado Moctezuma, donde él les mostró sus armas de fuego, sus caballos, para por una parte amedrentarlos, pero por otra parte trató de ser amable y afable con ellos, hablándoles de paz. Los embajadores traían pintores, y dibujaron todo lo que vieron con objeto de que su gran señor fuese informado fielmente y viese como eran estos “teules”.
El emperador del imperio Azteca, Moctezuma.

Al mando de un ejército mas o menos de 700 hombres continuaron su viaje, llegando a San Juan de Ulúa, donde fundaron la ciudad de la Villarrica de la Vera Cruz, a pesar de la prohibición de Velásquez. Llegado este punto, decide romper toda relación con este, y crea el cabildo de esa Villa Rica, el cual a su vez lo nombró capitán general y justicia mayor. Acerca de esto informaría él muy pronto al emperador Carlos V (Carlos I de España). De este modo, su única vinculación iba a ser con la monarquía.

Posteriormente asaltó la ciudad de Cholula que también fue saqueada, luego recibió a una embajada mandada por parte de Moctezuma que era el emperador de los aztecas, con ellos mandó grandes obsequios entre ellos joyas y oro, porque pensaba que los visitantes eran Quetzalcóatl y otros dioses. Pero su embajada al regresar le contó todos los saqueos que los españoles venían haciendo, por lo que comenzó a preocuparse.

Así decide partir hacia Tenochtitlán, la capital del imperio Azteca. En la sierra, los tlaxcaltecas se les unieron ya que ellos siempre habían sido enemigos de los aztecas.

Llegaron a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519, Moctezuma los recibió como huéspedes, así fue cuando se dieron cuenta de las riquezas que poseían los aztecas, por lo que deciden hacer prisionero a Moctezuma, quien no opuso resistencia debido a que estaba todavía muy inseguro acerca de la lealtad que les debía profesar a los supuestos dioses.

Pánfilo de Narváez mientras tanto llega a Ulúa al mando de 1400 hombres, con la intención de acabar con Cortés, por indicaciones de Diego de Velásquez, por lo que tuvo que partir rumbo a Ulúa para enfrentarse a Narváez, y dejó a Pedro de Alvarado en Tenochtitlán como jefe del destacamento. En su lucha obtiene la victoria en Zempoala, por lo que muchas de las personas que venían con Narváez lo apoyaron.

La Noche Triste

Durante su ausencia en Tenochtitlan Pedro de Alvarado quedó al mando, vigilando a Moctezuma. Por estas fechas los indígenas tenían un importante ritual religioso que involucraba algunos sacrificios, y uno especialmente horrible en honor a huitzilopochtli, que consistía en abrirle el pecho a un joven, sacarle el corazón y cortarle la cabeza para seguidamente enterrar sus restos con gran pompa. Al enterarse Pedro de Alvarado, soldado valiente pero de corta visión, realizó gran matanza de indígenas quienes comenzaron a revelarse, así cuando regresó Cortés encontró a la ciudad en una gran agitación. En medio de esa gran lucha Hernán Cortés le pidió o más bien obligó a Moctezuma que calmara a su gente, y así lo hizo Moctezuma que salió a tratar de calmar a los furiosos habitantes de Tenochtitlán quienes al ver tal falta de caracter de su lider le dejaron caer una lluvia de piedras haciendo que Moctezuma perdiera la vida, aunque otra versión es que en realidad estaban tirándole flechas y piedras a los españoles, y que alguno de esos proyectiles mató al emperador por error, teoría comprensible porque toma en cuenta las profundas creencias religiosas que los hubiera convertido en sacrílegos al atacar al emperador.

Hernán decide que lo mejor es salir a escondidas, pero son descubiertos y se ven envueltos en una fiera lucha donde los Mexicas (Aztecas) matan a la mitad del ejército de Cortés quienes pobremente apenas la libraron. Así sale de Tenochtitlan el 30 de Junio acompañado de algunos de sus hombres, perdiendo todas las riquezas que habían obtenido. A esta derrota por parte de los indígenas se le conoce como la “Noche Triste” . Jamás hubieran pensado los españoles que una cultura tan atrazada en elementos bélicos (ya que el español venía con fuertes armaduras, las mejores y más fuertes pues hay que recordar que los grandes tiempos de los caballeros con su brillante armadura, donde prácticamente se peleaba una batalla de resistencia física al ser la propia armadura casi impenetrable pero muy pesada, ya estaban llegando a su fín, alcanzando su más alto grado de desarrollo, debido a las incipientes armas de fuego, que hacían que la armadura tuviera menos importancia al poder ser atravesada por las balas; por otro lado las espadas de acero de los españoles eran unas crueles segadoras de vidas ante los pobremente defendidos cuerpos de los indígenas. Al contrario, los Aztecas, quienes eran fervientemente religiosos usaban armas que no tenían la intensión de arrebatar la vida, sino de herir lo suficiente como para tomar prisioneros y sacrificarlos a los dioses, mismas armas que al impactarse en las durísimas armaduras de los españoles poco o nulo daño hacían, razón por la que no es de extrañarse que un puñado de españoles vencieran al poderoso imperio Azteca. De esta manera nos damos cuenta de que la conquista se iba a llevar a cabo de una forma u otra, con o sin Cortés y por España u algún otro país europeo. Era un hecho que quizá el destino ya había preparado para los habitantes de estas tierras, al estar tan lejos y más bien aislados de la barbarie europea y asíatica que tanto había y ha hecho avanzar la tecnología militar a lo largo de la historia) les haría morder el polvo en aquella retirada. Hay que señalar también que los Aztecas eran un pueblo orgulloso y bélico qué había conquistado la gloria y se había impuesto por las armas a sus vecinos, dado esto no era lógico pensar que aceptarían el dominio fácilmente.

Los conquistadores marcharon en busca del auxilio de sus aliados tlaxcaltecas y no fue sino hasta casi un año después, es decir, el 30 de mayo de 1521, cuando dieron principio al asedio formal de la ciudad de Tenochtitlán. Para ello, Hernán concentró a más de 80.000 tlaxcaltecas y reforzó sus propias tropas con la llegada de otras varias expediciones a Veracruz. Desde finales de abril de ese mismo año, había botado al agua trece bergantines que jugaron un papel muy importante en el asedio de la isla, donde se erigía la ciudad que habría de pasar a ser conocida como México.

Derrota del Imperio Azteca

Las crónicas indígenas hablan de la elección del señor Cuitláhuac como sucesor de Moctezuma y de la epidemia de viruelas en la que murieron él y otros muchos. También describen con pormenor la nueva elección y actuaciones del joven príncipe Cuauhtémoc. Unos y otros, los cronistas españoles e indígenas, refieren luego lo que fueron el asedio y la resistencia indígena a lo largo de casi ochenta días de sitio. El 13 de agosto de 1521, cayó la ciudad de México-Tenochtitlán en manos de Cortés, quien aprisionó al joven Cuauhtémoc. Hernán se establece entonces en Coyoacán, en tanto que se procedía a la reconstrucción de la ciudad de México, concebida con nueva planta al modo renacentista. Su mujer, Catalina Juárez Marcaida, llegó procedente de Cuba y unos meses después falleció misteriosamente en Coyoacán. En agosto del mismo 1523, desembarcan los tres franciscanos flamencos, Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Ayora. Enterado de que Cristóbal de Olid, enviado suyo a la región de las Hibueras, se había rebelado, dispuso entonces una expedición para someterlo. Abandonó la ciudad de México en 1524, dejándola al cargo de varios oficiales reales, los cuales, además de reñir entre sí, cometieron numerosos atropellos. Tras una expedición llena de sinsabores e inútil, porque, al llegar a las Hibueras ya había muerto Cristóbal de Olid, regresó a la ciudad de México hacia mediados de 1526.

Casi simultáneamente, recibió una orden de Carlos V para que enviara una armada hacia las Molucas en auxilio de las que, zarpando desde España, habían llegado a esas islas. Coincidió todo esto con la venida del juez Luis Ponce de León para tomar juicio de residencia. Muerto aquél poco tiempo después, se hizo cargo del juicio Marcos de Aguilar. Éste falleció asimismo en pocos días. Cortés, que tenía ya en construcción varias embarcaciones, despachó tres con rumbo a las Molucas y a las órdenes de Álvaro de Saavedra Cerón, su primo, para auxiliar a la armada de fray García Jofre de Loaisa. Esa armada zarpó de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1528. Uno de los barcos de la misma llegó a las Molucas.

Enemigos después de la toma de Tenochtitlán

Entrado ya el año siguiente, y obedeciendo instrucciones de Carlos V, emprendió un viaje a España. Llegó al puerto de Palos de la Frontera (Huelva), y, tras pasar por Sevilla, Medellín (su localidad natal) y el monasterio de Guadalupe (Cáceres), se entrevistó con el Emperador en Toledo. Aunque no recobró el gobierno de Nueva España, obtuvo al menos el título de marqués del Valle de Oaxaca, así como 22 villas y 23.000 vasallos. Casado con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, regresó a México hacia mediados de 1530.

Nueva España se encontraba entonces perturbada debido a los desmanes de Nuño Beltrán de Guzmán, que había sido nombrado presidente de la primera audiencia. Hernán Cortés tuvo que hacer frente a los miembros de dicha audiencia, que le impidieron la entrada a la capital. Hallándose en Texcoco, su madre, Catalina Pizarro, que había venido con él, terminó allí sus días. Un año después se instaló una segunda audiencia, con Sebastián Ramírez de Fuenleal como presidente de la misma.

Con base en las capitulaciones que había celebrado durante su estancia en España, emprendió en 1532 una serie de expediciones en el mar del Sur (océano Pacífico). A mediados de ese año, envió dos naves al mando de Diego Hurtado de Mendoza, sin alcanzar resultado alguno. Él mismo dirigió personalmente en Tehuantepec la construcción de otras naves. Al año siguiente, zarparon otras dos embarcaciones desde el puerto de Santiago, en Colima. Una de ellas, al mando de Hernando de Grijalva, descubrió en 1533 algunas de las islas que componen el archipiélago que, muchos años más tarde, recibiría el nombre de Revillagigedo. La otra, al frente de la cual iba Diego Becerra, tras un motín a bordo, alcanzó a llegar al extremo sur de la Baja California, donde la mayor parte de los que iban a bordo perdieron la vida en un enfrentamiento con los indios.

Porfiando con la fortuna, según la expresión de su mujer Juana de Zúñiga, emprendió en 1535 una tercera expedición yendo personalmente al frente de ella. Fundó entonces una pequeña colonia en la bahía de la Paz, que designó como de la Santa Cruz. Más de un año después, regresó a México sin haber alcanzado cosa alguna en esa tierra que más tarde se llamó California. Incansable, envió luego dos naves con rumbo al Perú para auxiliar a Francisco Pizarro, quien se encontraba sitiado en Lima. En 1537 dio principio a una ruta de comercio marítimo, desde el puerto de Huatulco hasta Panamá y el Perú. En 1539, despachó su cuarta expedición al mar del Sur. Encomendó esta empresa al capitán Francisco de Ulloa, que penetró hasta la desembocadura del río Colorado y, regresando hasta el extremo sur de la península, remontó por el Pacífico hasta más allá de la isla de Cedros. Como muestra la cartografía universal que se producía entonces, gracias a las expediciones de Hernán Cortés comenzó a conocerse mejor el perfil geográfico de los litorales del Pacífico norte.

Últimos días

Para hacer defensa de sus derechos, Hernán Cortés emprendió un nuevo viaje a España. Entre otras cosas dirigió allí un memorial a Carlos V quejándose de los agravios que, en su opinión, había recibido del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. En 1541, participó en la fracasada expedición a Argel. Los restantes años de su vida, que transcurrieron todos en España, fueron para Hernán Cortés un tiempo difícil en el que se vio envuelto en una serie de litigios y agobiado por el nunca terminado juicio de residencia.

Con intención de regresar a México, llegó a Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, donde dictó su testamento. El 2 de diciembre de 1547 murió a la edad de 62 años. Le sobrevivieron su mujer, sus hijos Martín y Luis; así como el otro Martín que había tenido con Malinche, y María, Catalina y Juana, nacidas de su esposa, además de otros tenidos también fuera de matrimonio, como aquella Leonor nacida de Isabel de Moctezuma.

El primer entierro de Hernán Cortés fue en la iglesia de San Isidoro del Campo, en Sevilla. Años después, sus restos fueron trasladados a Nueva España y enterrados en la iglesia adjunta al convento de San Francisco, en Texcoco. De allí pasaron a la capilla mayor del convento de San Francisco, en la ciudad de México. Su último reposo lo alcanzó en la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al hospital de Jesús fundado por él. En la actualidad, se conservan en una urna colocada en un nicho en el muro del costado del Evangelio. Numerosas son las biografías que se han escrito acerca del conquistador de México. Algunos lo han considerado un villano y otros un héroe.

Fuente.